En una nota anterior veíamos el pensamiento de Sócrates, Platón y Aristóteles sobre la tecnología en un apretadísimo resumen.
El debate en clase resultó muy rico en términos de la vigencia de aquellos conceptos en la práctica profesional cotidiana de nuestros días.
La logística apareció como un saber técnico doblemente subordinado al saber de la polis por un lado y a la jerarquización planteada por la tradición socrática en favor del conocimiento científico en primer lugar y luego en el despliegue técnico basado en relaciones matemáticas.
Lamentablemente aquel trabajo áulico no se reflejó en el blog. Sería muy útil que lo corrigiéramos para documentar un disparador para futuras clases.
Lo cierto es que debemos encuadrar el sentido que tiene debatir pensamiento filosófico en una materia orientada a relevar y explicar qué aportan las llamadas nuevas tecnologías al desenvolvimiento de una disciplina absolutamente especifica como lo es la logística.
El supuesto central que orienta nuestro trabajo -casi de sentido común- es que la construcción colectiva de conocimiento es el principal activo tecnológico de la humanidad.
Que esa construcción esta sujeta a las tensiones propias de las relaciones humanas y que, en consecuencia, la profesionalidad de un licenciado en logística esta más en la capacidad de poner en valor el conocimiento colectivo que en un algoritmo exacto sobre los costos de mover materiales y personas en un espacio tiempo acotado.
Un texto publicado por la UNLP plantea un debate cuyo titulo es, en sí mismo, una definición sobre el lugar de la tecnología en nuestra sociedad: “Del Órgano al Artefacto – Acerca de la dimensión biocultural de la técnica”; Diego Parente, Ediciones de la Universidad de La Plata; La Plata, 2010. Prólogo de Pedro Karczmarczyk.
El prologo es ya - como la mayéutica socrática - una tecnología para la construcción de conocimiento.
Un director de tesis que presenta el trabajo de su discípulo a partir de dos focos de atención:
1) la divergencia y
2) el aprendizaje que el maestro recibe de su discípulo
Planteado en torno a la idea de que la tecnología es la prótesis que permitió a ciertos homínidos fundar la civilización actual mediante un proceso de desequilibrio / compensación / nuevo desequilibrio sustentado por un riesgo ambiental enorme. Dice el prologuista:
El debate en clase resultó muy rico en términos de la vigencia de aquellos conceptos en la práctica profesional cotidiana de nuestros días.
La logística apareció como un saber técnico doblemente subordinado al saber de la polis por un lado y a la jerarquización planteada por la tradición socrática en favor del conocimiento científico en primer lugar y luego en el despliegue técnico basado en relaciones matemáticas.
Lamentablemente aquel trabajo áulico no se reflejó en el blog. Sería muy útil que lo corrigiéramos para documentar un disparador para futuras clases.
Lo cierto es que debemos encuadrar el sentido que tiene debatir pensamiento filosófico en una materia orientada a relevar y explicar qué aportan las llamadas nuevas tecnologías al desenvolvimiento de una disciplina absolutamente especifica como lo es la logística.
El supuesto central que orienta nuestro trabajo -casi de sentido común- es que la construcción colectiva de conocimiento es el principal activo tecnológico de la humanidad.
Que esa construcción esta sujeta a las tensiones propias de las relaciones humanas y que, en consecuencia, la profesionalidad de un licenciado en logística esta más en la capacidad de poner en valor el conocimiento colectivo que en un algoritmo exacto sobre los costos de mover materiales y personas en un espacio tiempo acotado.
Un texto publicado por la UNLP plantea un debate cuyo titulo es, en sí mismo, una definición sobre el lugar de la tecnología en nuestra sociedad: “Del Órgano al Artefacto – Acerca de la dimensión biocultural de la técnica”; Diego Parente, Ediciones de la Universidad de La Plata; La Plata, 2010. Prólogo de Pedro Karczmarczyk.
El prologo es ya - como la mayéutica socrática - una tecnología para la construcción de conocimiento.
Un director de tesis que presenta el trabajo de su discípulo a partir de dos focos de atención:
1) la divergencia y
2) el aprendizaje que el maestro recibe de su discípulo
Planteado en torno a la idea de que la tecnología es la prótesis que permitió a ciertos homínidos fundar la civilización actual mediante un proceso de desequilibrio / compensación / nuevo desequilibrio sustentado por un riesgo ambiental enorme. Dice el prologuista:
“... y volviendo a la especificidad de la técnica: ésta no sólo compensa en el sentido de restituir un equilibrio perdido, sino que genera un nuevo estado de cosas, crea necesidades insólitas, transforma la imagen del mundo y las interrelaciones sociales (mejorando unas y perturbando otras). Todos estos acontecimientos inciden, a su vez, en el desarrollo de la técnica, en una especie de interminable feed-back. Está claro que ahí el término <<prótesis>> no mantiene la significación restringida que ostentaba cuando aludía a la elemental invención del hacha de piedra; pero puede seguir indicando que siempre se trata de un juego entre desequilibrios – compensaciones – desequilibrios. Las nuevas tecnologías (nuclear, informática y biológica) entrañan, como toda técnica, peligros y amenazas. Cuando se quiere justificar su desarrollo se disimulan los primeros y se exageran las últimas. Para consolidar las esperanzas y neutralizar los temores, esas técnicas son justificadas – explícita o implícitamente – por sus cultores expertos o por sus patrocinadores financieros como compensaciones necesarias de algún tipo de desequilibrio. Las justificaciones pueden ser sinceras o hipócritas, pero en ambos casos suponen algún tipo de prótesis. Y esta es otra de las razones por las que la concepción protésica sigue de hecho vigente, aunque algunos teorizadores la consideren anacrónica, o <<superada>> por la realidad que ella trata de explicar”.
Es que el autor (discípulo del prologuista) es parte de aquellos que piensan que la tecnología ya no es una prótesis para superar las limitaciones de lo humano frente a la naturaleza – concepción cuyo origen podríamos ubicar en el pensamiento mítico griego – sino otra cosa.
Lo que está en discusión aquí no es la tecnología misma sino la pertinencia de los discursos que pretenden comprenderla; de allí la idea de meta discurso. Sigue el prologuista:
“La <<filosofía de la técnica>> ha llegado a convertirse en una disciplina específica … una disciplina nueva, porque no se concretó como tal hasta fines del siglo XIX, y adquirió la presente perentoriedad en vinculación con el desarrollo de la informática y la biotecnología, ya a fines del siglo XX. Las muchas implicancias epistemológicas, éticas y ontológicas de ese desarrollo obligan sin duda a replanteamientos de viejas cuestiones … la distinción clásica entre lo <<natural>> y lo <<artificial>> se ha debilitado y surgen en relación con ello significativas expresiones como <<tecnonaturaleza>>, <<tecnocultura>>, etc. … según la mayoría de los especialistas la tecnología tiende a globalizarse, a conectarse estrechamente con la investigación científica y a adquirir carácter reticular (<<redes>> técnicas de instalaciones centralizadas para el transporte, la comunicación y el abastecimiento). … hay una relación estrecha entre la evolución de la técnica y el tipo de planteamientos filosóficos que ella suscita … el concepto de <<instrumento>> neutro resulta insuficiente para expresar la complejidad alcanzada por los sistemas técnicos.”
El autor – Diego Parente – plantea un recorte muy especifico del debate filosófico habido en los últimos 50 años en torno a la relación entre la tecnología y la condición biológica y cultural de la humanidad.
“... la presente investigación se ceñirá al debate contemporáneo, esto es, al período comprendido entre 1965 y la actualidad – desde la <<génesis institucional>> de la filosofía de la tecnología como disciplina particular - . Tal limitación temporal no implica desconocer la importancia de los tratamientos de la técnica ofrecidos por distintos pensadores a lo largo de la historia.”
Tal como lo propone el autor la pertinencia del recorte tiene que ver tanto con el desgaste mismo del vocabulario filosófico cuanto con la enorme aceleración del desarrollo tecnológico.
El lenguaje se ha vuelto obsoleto porque el fenómeno tratado cambio al punto de ser un objeto otro de estudio. Para decirlo en sus palabras:
El lenguaje se ha vuelto obsoleto porque el fenómeno tratado cambio al punto de ser un objeto otro de estudio. Para decirlo en sus palabras:
“... la producción y la innovación tecnológica se insertan en un mercado global cuyo funcionamiento no sólo modifica el ethos de las comunidades locales sino también las relaciones entre los grupos humanos y sus entornos naturales. … una vez debilitada la idea bungeana de tecnología como applied science, crece el consenso en torno a la noción de <<tecnociencia>> (…) Esta denominación implica reconocer que a medida que la técnica es dotada de apoyo científico, también la investigación científica se ve continuamente dirigida por intereses de tipo industrial. Por último, la técnica se nos manifiesta hoy a través de la presencia de redes a gran escala, interdependientes y frecuentemente apoyadas en una estructura centralizada. A diferencia de la modalidad artesanal, la técnica moderna aparece de modo tal que ciertas instalaciones de transporte, comunicación y abastecimiento (ferrocarril, red telefónica, provisión de gas) están ya organizadas desde el primer momento como un sistema unitario y amplio”.
Como se ve, el debate sobre el carácter y sentido de la tecnología comienza por poner en cuestión las palabras y nociones que usamos para pensar. Una pregunta que empieza siendo por la técnica y, en un punto, pone en jaque la idea misma de humanidad.
Lo que queda muy claro es la envergadura del fenómeno y su circularidad: más tecnologías para vivir reclaman más tecnologías para el desarrollo de la propia técnica. Muchas de ellas – tal como lo vimos en varios párrafos citados – integran el repertorio de los problemas disciplinares básicos de la logística.